viernes, 15 de octubre de 2010

Crónica quimérica de... (borrado)

Un día. Este día. No importa en qué hora pues sólo cambia cómo la luz afecta su forma, una hilaza ha sido secuestrada. Se encuentra en la pupila gemela de un rostro indescifrable. En un cuarto profundo. Rasgos difuminados. Familiaridad llana.



Basta un crimen y entonces se abre una puerta. De fondo, una tonada absurda, vieja, caprichosa. Una hebra tras otra se enraizan, creando un peligroso tejido sobre las alas de una lepidóptera ciega que, intentando escapar de su prisión, choca contra paredes sensibles de un fantasma dormido. Cada aleteo es el golpe de un martillo que resulta en un dolor placentero. Cada aleteo es pretexto de reproducción de la especie. Cada segundo de asfixia en su iris se traduce en cien nuevas larvas del insecto.



La consciencia es plena. Irónicamente la puerta debe cerrarse para facultar la muerte pasiva de la nueva vida en el cuarto. Ya es tarde. La hilaza comienza a expulsar bolas transparentes de un sabor fresco, pero amargo por la situación. De éstas se expanden fetos que, peligrosamente, crecen a un ritmo acelerado; entorpeciendo así al hospedador del parásito.

Sin notarse cambio alguno en la luminosidad extranjera, las pausas son más y mayores. Han pasado 5 días. Cualquier sensibilidad se ha enfocado en evocar lo que la memoria se ha encargado de pintar como tibios ocelos difuminados. ¡Qué difícil gritar por auxilio cuando se es mudo!


Parece inútil denunciar un crimen autoimpuesto que no deja ver desenlace alguno. La insconsciencia surge como torpe escritor para mantener cronología de los hechos, no para acusar. La melodía, el paso suave pero constante, la danza de fantasmas, remueven ruinas afuera de la habitación. A medida que pasan los segundos las cosas caen a ratos en sitios más tangibles y prestos a revelar la realidad. Otra vez, otro minuto, la hilaza se aferra al secuestro, tararea con tempo perfecto en sincronía con quien le mantiene cautiva.

Hoy. Este día. Tras tres meses suspendidos en el tiempo, una hilaza está secuestrada. Se encuentra en la pupila gemela de un rostro descifrado. En un cuarto profundo. Rasgos definidos. Familiaridad llana.